Mi amigo el banquero

Mi amigo el banquero
My friend the bank manager

Bienvenido a mi blog personal

Mi objetivo no es otro , que el de aportar y transmitir a la sociedad universal, algunos de mis pensamientos .

Welcome to my personal blog

My goal with this blog , is to donate and comunicate all universal society , some of my thoughts .

Introducción

El nombre de mi blog no es casual , es el titulo de una jota empleada en la zarzuela , que yo deseo expresar como un canto a la sociedad de hoy y transmitirle de forma racional el mensaje implicito en ella.

Letra de la jota " El Guitarrico "

Suena guitarrico mío
Suena guitarrico suena
y no te importe que el viento
vaya barriendo tus quejas
como el viento es para todos
puede tropezar con ella.

Dila si la ves cruzar
dila pero muy bajito
dila que estoy medio loco
dila que loco perdido
dila que la Inquisición,
dila que era un gran tormento
pero que aquello no es nada
para lo que estoy sufriendo
dila muchas cosas
dila que la quiero
dila que no vivo
dila que me muero
dila que me mire siquiera un poquito
dila que se apiade de este tu baturrico.
Suena guitarrico mío.

Dila que mi corazón
dila que lo estoy buscando
dila que en ella lo puse
dila que donde lo ha echado
dila que calme mi amor
dila que escuche mis quejas
dila que me estoy muriendo
y quiero vivir para ella
dila muchas cosas,
dila que la quiero
dila que no vivo
dila que me muero
dila que me quiera siquiera un poquito
dila que se apiade de este baturrico.
Calla guitarrico mio

La Libertad y su símbolismo .

La Libertad y su símbolismo .
Muerte de César , de Jean-Léon Gérôme, 1867.Inspiración a la estatua de La Libertad.La estatua de la Libertad, paradójicamente, ni siquiera fue creada en Estados Unidos, sino en el estudio de un escultor francés llamado Frederic Auguste Bartholdi.

Aqui Luis Reyes ,nos ofrece uno de mis pensamientos al significado de la muerte de César.

LA MUERTE DE JULIO CÉSAR (I): EL CRIMEN
Tiempo Luis Reyes, 13/03/06
Es una de las mayores paradojas de la Historia. Un gran hombre, según sus mismos asesinos, ejecutado en nombre de una gran idea, la libertad.
Cuídate de los Idus de Marzo! Le dijo el adivino a Julio César, pero éste se rió del oráculo. Y murió asesinado el 15 de marzo (idus de marzo para los romanos) del año 44 antes de Cristo, hace ahora dos milenios y 50 años justos. El asesinato político no es una excepción, sino una constante en la marcha de la Historia. Pero ninguno ha permanecido tan presente en el imaginario colectivo, a lo largo de veinte siglos y medio, como el de César.
Lo que hace extraordinario este magnicidio no es sólo la inmensa figura histórica y cultural de Julio César, ni la supuesta relación paterno-filial de víctima y ejecutor; de príncipes que han matado a padres y hermanos para ocupar su sitio están llenos los anales. Tampoco la causa, que es la defensa de la libertad republicana frente a la amenaza de la tiranía personal; crímenes horrendos en nombre de grandes causas son también moneda corriente.
No, lo fuera de lo común en este caso es la calidad de los asesinos. No se trata de sicarios, profesionales del crimen a sueldo; tampoco de fanáticos exaltados, listos a matar y morir por una idea; ni mucho menos de la maquinaria deshumanizada de una organización terrorista que ha convertido en vulgar la mecánica de la muerte.
Los asesinos de César, en cambio, son lo mejor de la sociedad romana, son los senadores, los padres de la patria en los que reside la soberanía nacional, los patricios más ricos, más educados, a quienes más debería repugnar mancharse las manos de sangre, los que tenían más cosas que perder en una aventura revolucionaria como fue la conspiración contra el dictador vitalicio, Cayo Julio César.
Y no son dos ni tres, son medio centenar los senadores que se involucran, que eligen la Curia, la sagrada sede del Senado, para realizar el asesinato, que llevan ocultos bajo sus togas los puñales para participar personalmente en la muerte. Veintitrés heridas presenta el cuerpo de Julio César, sobre el que de forma ritual golpean uno a uno los senadores, aunque en el tumulto muchas puñaladas yerran el objetivo, y varios conjurados resultan heridos por sus propios compañeros.
Eran tantos los implicados que resulta increíble que César no detectara la conspiración. Los historiadores romanos recogen una serie de señales de advertencia aparentemente sobrenaturales. En realidad reflejan un estado de opinión: la deriva hacia la monarquía de Julio César no podía ser aceptada sin resistencia por los muchos republicanos que había en Roma; pero por otra parte sirvieron para rodear el magnicidio de un halo mítico, son elementos escalofriantes que servirían para convertir un acontecimiento histórico en un drama.
Estrabón habla de personas envueltas en llamas –¿un fuego fatuo?–; Dión Casio cuenta que las lanzas del sacrarium (capilla) de César, sin causa aparente, entrechocaron con gran ruido la noche de antes; y Plutarco relata la pesadilla de Calpurnia, la esposa de César, que le vio degollado, por lo que a la mañana siguiente le pidió que no saliese de casa. Plutarco reflexiona que Calpurnia no era mujer supersticiosa, lo que apunta a que había sospechas en el ambiente. Pero la señal más significativa la daría el propio César. La víspera de su asesinato, cenando en casa de Marco Lépido, se suscitó en la conversación cuál era la mejor muerte. “¡La imprevista!”, dijo premonitoriamente César, con un grito que impresionó a todos.
Vaticinios aparte, hubo una advertencia seria que desgraciadamente no atendió el dictador. Un profesor de griego llamado Artemidoro oyó conversaciones entre los conjurados que le hicieron comprender el complot. Fue a avisar a César la mañana de los idus, pero no era fácil el acceso al amo de Roma. A la puerta de su casa había una multitud de peticionarios esperando que saliese para entregarle sus demandas. Artemidoro puso por escrito lo que sabía de la conspiración y le entregó el papel a César, pero éste no llegó a leerlo.
Por último, en la puerta de la Curia que iba a convertirse en su cadalso, Julio César vio al adivino que días antes le había advertido de la fecha nefasta.“Ya están aquí los Idus de Marzo”, le dijo en tono de burla. “Sí, pero todavía no han pasado”, le respondió el augur.
Le quedaban minutos de vida...
Los conspiradores rodearon a César con la excusa de implorarle el indulto de un amigo; cuando tuvieron seguro que no podría escapar sacaron sus dagas y le apuñalaron, aunque la mayoría de las heridas no eran mortales, pues al fin y al cabo no eran asesinos y les fallaba la mano. Cuando se acercó Bruto, el más virtuoso de los políticos romanos, “pues todos debían participar”según Plutarco, César se cubrió la cabeza con su manto, para no verlo.
Bruto, jefe moral de la conspiración, le hirió en la ingle, lo que debió ser un golpe definitivo, y César cayó por fin a los pies de la estatua de Pompeyo, el héroe de la República, su antiguo amigo y luego rival encarnizado, que desde su pedestal ensangrentado “parecía presidir la venganza sobre su enemigo”.

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Zaragoza, Aragón, Spain
Autócrata y Autodidacta